lunes, 25 de agosto de 2008

En 2025 se celebrarán mil años

Si tuviéramos que situar a Montserrat (montaña serrada) en un hipotético cuerpo llamado Catalunya, no sabríamos si hacerlo en el corazón o en las entrañas. Quizás los catalanes coincidirían en ubicarla en esa parte que no se ve y que denominamos ‘alma’.
Montserrat es una montaña de formas fantásticas cuyos picos han sido moldeados por piedras y guijarros conglomerados a lo largo de los siglos, sedimentos de lo que en otros tiempos fue la base de un enorme lago.
En la actualidad las paredes de sus rocas son una de las escuelas de escalada más valoradas por los alpinistas, y el macizo alcanza su altitud máxima en el pico de Sant Jeroni (1.236 metros).
Además de la magia de su paisaje y de su fauna (águilas perdiceras, ardillas, jinetas, cabras salvajes, salamandras, lagartijas dragones y víboras, entre otras), Montserrat posee un espíritu que atrae y sana.
De él habla con pasión el mexicano de 31 años Enrique Baeza, quien desde hace tres años desarrolla su vocación religiosa en el Monasterio benedictino enclavado en esta montaña. “Después de una crisis personal profunda, entré en contacto con el mundo religioso, que me daba respuestas. En México estudié con la Compañía de Jesús y descubrí que San Ignacio de Loyola depuso las armas en este monasterio. Me llamó la atención y me hice amigo de un monje de esta Abadía a través de internet. La vida monástica no es habitual para un hombre en México y eso me causó algunas incomprensiones iniciales. Pero aquí soy feliz al servicio de Dios”, explica Baeza, mientras nos invita a ir de “excursión” por su nuevo hogar.
A medida que inicia el camino por el sendero que conduce a la Ermita de Sant Miquel, Baeza cuenta que “la naturaleza se está recobrando de los pavorosos incendios intencionados de 1986 y 1994”. Ya en la ermita, el postulante a monje recuerda que “estos lugares servían de recogimiento para los religiosos que decidían ser ermitaños. En la actualidad no hay ermitaños y las doce ermitas que existen en la montaña se utilizan para hacer retiro espiritual”.
Más allá de Sant Miquel se llega hasta la Creu dels Escolans, un montículo desde donde se tiene una vista de pájaro sobre los valles y los pueblos de la llanura. El mexicano respira hondo y con la mirada en la lejanía reflexiona sobre “la grandeza de este paisaje y de este pueblo catalán: la sociedad más abierta y comprometida socialmente que existe en Europa”. Incluso hace un llamado a los latinos para que “sintamos Montserrat también como nuestro centro espiritual”.
En el año 2025 se celebrará el milenio de la fundación de la abadía. Sus paredes han vivido historias tanto fantásticas como reales. Dice la leyenda que, en el siglo IX, unos pastores encontraron la imagen de la Virgen de la Moreneta en una cueva y que, después de intentar trasladarla a la ciudad de Manresa, se hizo tan pesada que fue imposible seguir el camino. En aquel lugar de la montaña se construyó la abadía. De hecho, “los latinos que nos visitan tienen especial predilección por recorrer el amino que va del Monasterio a la Santa Cueva, donde se encontró la imagen”.
De vuelta al monasterio, el joven recorre el camino de María, la otra gran ruta de peregrinación de los fieles, que pasa por el lado izquierdo del Santuario. La Virgen de la Moreneta está rodeada de un retablo de plata que, según nos explica nuestro guía, “se hizo con la platería de todos los catalanes. Cada uno llevaba un anillo, un ollar, un cubierto... todo servíapara fundir y colaborar para el retablo”. Mientras los fieles pasan por delante del monumento a la Virgen, tocando alguna parte de su cuerpo o el mundo que porta en su mano derecha, el guía nos enseña el Oratorio, en una sala situada detrás del retablo de la Virgen, donde “todas las noches, los monjes oran antes de ir a dormir”.
Nos despedimos de Baeza, quien debe regresar a sus obligaciones monacales, y vemos cómo el recinto se llena de visitantes de diferentes países del mundo. Todavía fluyen en el aire las palabras de los representantes de las iglesias y religiones del mundo reunidos aquí en abril de este año. De ahí surgió la Declaración de Montserrat como un grito mundial para que nunca se vuelva a utilizar la religión como pretexto para una guerra.