lunes, 15 de junio de 2009

McKinley




«Un expedición formada por valencianos corona los 6.194 metros de la montaña más helada del mundo, situada en Alaska, muy cerca al círculo polar ártico








Es difícil explicarlo.» Cuando se hace cumbre, «algunos lloran, como manifestación de alegría». Otros piensan en la satisfacción de alcanzar un objetivo por el que llevan tanto tiempo entrenando. «En la sensación, interviene la forma de ser de cada uno.»
Pero es bastante común que los sentimientos se vean rápidamente compensados por unos automatismos mentales, unos recursos de supervivencia que conducen rápidamente al montañero a concentrarse en el descenso. «Ocho o 10 minutos.» Este fue el tiempo que, según explica Carlos Benet, disfrutaron de la cima del McKinley él mismo, Jorge Membrado, Pascual Fuster y Joan Riba.
Los cuatro miembros de la expedición alcanzaron los 6.194 metros del techo de Alaska el 3 de junio, después de aproximadamente un año de preparación, con ascensiones en los Pirineos y el Atlas. La elección del McKinley, el pico «más helado del mundo», se debió a que es un monte «que te da total autonomía». Es de gran nivel pero no requiere la asistencia de guías. Membrado argumenta que, desde que la avioneta te deja, «tienes absoluta independencia: sólo tú y tu equipo».
Varios de ellos ya habían subido a picos más altos, pero querían enfrentarse a la dificultad del McKinley, el 6.000 situado más al norte del planeta, muy cerca del círculo polar ártico.
Pasaron noches a 36º bajo cero, con vientos de 60 a 70 kilómetros por hora y rachas de 100. Eso fue en el campo base 4, a 4.300 metros, porque calculan que en el 5 (a 5.300 m.) el frío se dispararía a -45º.
El jueves, nada más aterrizar en Valencia, relataron algunos detalles de su expedición.
Carlos Benet, espeleólogo de Paterna que se dedica profesionalmente a las artes gráficas, apuntó que todo les fue bastante bien, según el plan trazado, aunque con el inconveniente de los siete días de tormenta en los que se
vieron obligados a permanecer en el campo 4.
Membrado, morellano instructor de montañismo y rescate, destacó que lo más importante del McKinley es «acertar con las decisiones más delicadas».
Dos días después de su llegada a casa, la CNN informó de la muerte de los doctores John Mislow y Andrew Swanson en el monte de Alaska. Cayeron desde una altura de mil metros en su ascensión al McKinley, llamado Denali por los nativos esquimales.
Membrado, Benet, el también valenciano Pascual Fuster y el oscense Joan Riba, llevaban mucho equipo: 60 kilos cuando les dejó la avioneta en Talkeetna, al pie del glaciar, y 38 en la bajada. Por ejemplo, dos tiendas para cuatro, lo que les permitió montar dos bases a la vez, en el campo 4 y en el 5.
El quinto es el último antes de la cumbre. Cuando tuvieron que bajar al cuarto por la tormenta ya dejaron preparado la siguiente base, con sus protecciones de hielo contra el viento. Esto les dio ventaja. Ganaron aclimatación y al subir de nuevo al 5 ya no tuvieron que hacer el esfuerzo de montarlo todo. Pudieron descansar y emprender con más garantías el ascenso final, que duró 5 horas
«Si no hubiéramos tenido montado el quinto campo base, igual no habríamos hecho cumbre», sospecha Benet, quien además logró el quinto récord mundial de espeleología al explorar con el Interclub Espeleo la cueva más profunda de España, de 1.589 metros, en los Picos de Europa.
Otras expediciones no lograron alcanzar la cima con todos sus miembros. Algunos tuvieron problemas de congelación. De nuevo, la preparación y el equipo de los valencianos les permitió superar el infierno de hielo del McKinley.